Los jóvenes y la lectura ¿enemigos naturales?
Por Stephania Amaya Melgar
Resulta cotidiano escuchar el diagnóstico generalizado acerca de las deficiencias de escritura con las que ingresan los estudiantes y las cuales persisten durante su formación académica de la voz de los docentes –que aunado a un reiterativo bombardeo de cifras y porcentajes– subrayan que los estudiantes no saben leer y escribir, sin importar el nivel educativo en el que se encuentren.

La lectura: Óleo sobre lienzo. 1932. Pablo Piccaso
La adquisición de hábitos de lectura todavía es una expectativa que los padres de familia y profesores tienen sobre los jóvenes, quienes sin duda confieren a la lectura una importancia substancial para la vida. No obstante, a esta percepción, se suma el esfuerzo insuficiente por impulsar nuevos lectores, ya que el abordaje a esta problemática ha sido parcelario y superficial. Si bien se destinan horas curriculares para el aprendizaje de la lengua española y el desarrollo de la competencia lectora, su planteamiento pedagógico conduce a resultados opuestos, puesto la obligatoriedad a y las condiciones en las que se imparten las clases, aniquila de inmediato el interés. Por un lado, la selección de materiales de lectura no se encauzan a converger ambas realidades, y por el otro, los jóvenes no perciben sólidos referentes de lectores en sus contextos. Algunos otros se encuentran sobrestimulados y cognitivamente en el aula no se propicia el clima para la actividad lectora. Bajo una predisposición al fatalismo lector y una estigmatización de que leer cansa o leer es tedioso, “la juventud lee menos libros impresos, menos periódicos y revistas. Pero invierte cada vez más tiempo en otras lecturas” (Serrano, 2000, p.14).
Será que ¿los adultos no estamos leyendo entre líneas?, ¿que lo que los jóvenes con su rechazo y apatía dicen a gritos lo que hay que preguntarnos?, ¿cómo fomentar la lectura en un ambiente de videojuegos, celulares e hipertexto? La respuesta no sugiere un desprendimiento del material impreso por el texto digital, sino más bien señala que el ocio electrónico ha modificado la forma en que los jóvenes leen, por lo que quizás deberíamos mirar con detenimiento, ser creativos e innovar en las estrategias para fomentar la lectura recuperando la esencia del interés del estudiante de hoy.